Icono del sitio Página Cero

En semana – Orgullo y prejuicio

Para esta semana retomo uno de los clásicos de la literatura (además de uno de los libros que me encanta releer).

Sé que entre semana, con la vida cotidiana llena de responsabilidades, cuesta concentrarnos en la lectura; en especial, cuando esta sobrepasa las doscientas páginas. Con eso dicho, ¡nada tan relajante y satisfactorio como arrancarle unos minutitos al día para leer antes de dormir! O tal vez aprovechar esos minutos de viaje en el bus, o en la fila del banco o quizá mientras esperás en el restaurante a que te traigan la orden.

Más o menos así he hecho las relecturas de la novela que te recomiendo hoy: Orgullo y prejuicio, de la británica Jane Austen. En esta obra conoceremos a Elizabeth Bennet, una joven que destaca por su vivacidad e inteligencia. No se deja engañar por las personas y razona con bastante éxito acerca de los sucesos alrededor. Por eso, cuando conoce al engreído y orgulloso señor Darcy, Elizabeth no se tragará su desencanto. Él tampoco, por cierto.

Esta novela gira en torno a los malentendidos entre Elizabeth y Darcy, quienes al parecer tienen dos personalidades tan dispares como iguales. Ambos son inteligentes y no soportan la ignorancia, pero Elizabeth tiene mayor delicadeza que el grosero de Darcy, quien además interfiere en el romance entre Jane (hermana de Elizabeth) y Charles (amigo de Darcy). Esto genera la antipatía de Elizabeth hacia él.

En realidad es una novela romántica, ya que ambos protagonistas deberán superar sus orgullos y prejuicios para descubrir que son hechos el uno para el otro. Pero lejos de ser un cliché, esta novela combina la ironía y se convierte en una crítica social entretenidísima; o sea, también es comedia.

Lo que más me gustó de la novela es que me hizo adicta. Jane Austen se la jugó muy bien para traer humor y drama en todas sus obras, no solo en esta. Por más simples y comunes que parezcan los hechos narrados, siempre busqué un huequito de tiempo para seguir leyendo porque tenía que saber qué seguía. En el bus, en el carro, entre comidas, cuando me iba a dormir… Y cuando esos huequitos se acababan -porque se terminó el viaje en bus, porque era hora de estudiar y trabajar de nuevo, o porque ya los párpados se me caían del sueño-, siempre lamenté cuando cerraba el libro.

Espero que disfrutés esta novela tanto como yo y me contés cómo te fue en la lectura.

Salir de la versión móvil